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sábado, 13 de diciembre de 2025

Ojos Bien Cerrados; la obra reveladora de Stanley Kubrick y el libro de Arthur Schnitzler. Un retrato del ritual elitista



¿Quién crees que era esa gente? No era gente común. Si te dijera sus nombres, que no te los voy a decir, pero si lo hiciera, creo que no volverías a dormir tranquilo


Busque en Google "Fiesta Rotschild 1972" y entenderá la controversia y revelación de la película, así como el posible eventual asesinato de su director, el legendario Stanley Kubrick. 

Pocas son las obras que, con maestría casi quirúrgica, logran retratar los rincones más velados del poder y exponer, mediante símbolos y atmósferas cuidadosamente orquestadas, aquello que jamás sería admitido públicamente. Kubrick, maniático del detalle, no se limitó a contar una historia: construyó un espejo preciso de un mundo que opera detrás de cortinas doradas en donde el deseo, el control y el ritual se acoplan como piezas de un engranaje que solo unos pocos han visto.

Ojos Bien Cerrados incomoda y revela, apunta con el dedo. Cuando una película toca nervios tan profundos, no es extraño que su creador haya terminado envuelto en un halo de misterio, pues la repentina muerte de Kubrick, ocurrida cuando la película todavía no se terminaba de rodar, no hizo más que profundizar en un retorcido laberinto de sospechas y simbologías (mismo destino, de hecho, que se llevó el director italiano Paolo Pasolini al adaptar los 120 días de Sodoma).

Casos como el de Jeffrey Epstein, Diddy Combs, Marc Dutroux, las redes pederastas de Hollywood y el Vaticano, el caso Bar, etc., así como los relatos de Cisco Wheeler, Brice Taylor o Kim Noble, no hacen más que reforzar lo que muchas películas nos revelan a modo de primado negativo.

¿Qué es primado negativo? Es una teoría que afirma que las élites, instituciones de poder o grupos con agendas ocultas preparan psicológicamente al público mostrando en películas, series, videoclips, novelas o medios de comunicación versiones ficcionalizadas de crímenes, abusos, rituales o planes reales, para que estos hechos se perciban como algo falso y ficticio, típico de películas hollywoodenses. Así, el primado negativo predispone a la mente a aceptar, tolerar e ignorar algo malo, presentándolo como entretenimiento o como simples cosas que no sucederían en la vida real. 

El problema es que Ojos Bien Cerrados no entra en la categoría de primado negativo como otras películas, además de que el propio Kubrick se dio grandes libertades con la trama y su desarrollo en comparación con el libro, funcionando como una posible denuncia que buscaba retratar el mundo de las élites, algo que ya hemos visto en muchas otras obras que efectivamente entran en la categoría de primado negativo. 

Bajo esta perspectiva, la película de Stanley Kubrick le añade un toque todavía más profundo, macabro y tétrico al relato original de 1925, "Novela de Sueños" del escritor austriaco Arthur Schnitzler, retratando cómo operan estas sectas elitistas que por milenios se han mantenido en el poder. Es como si el propio Kubrick hubiese usado a Schnitzler para exponer rituales de élite.

En la presente publicación analizaremos tanto la película de Kubrick como el texto original de Schnitzler.



"Eyes Wide Shut", título original en inglés

  • El Libro.

En primer lugar, deseo comenzar analizando la obra original de Arthur Schnitzler, pues solo entendiendo su propuesta literaria es posible identificar con claridad los elementos que fueron transformados, ampliados o añadidos posteriormente por Stanley Kubrick. De este modo podremos distinguir qué pertenece al imaginario del autor vienés, y qué es lo que Kubrick modificó en su afán por retratar, con una precisión casi obsesiva, los mecanismos ocultos de las sociedades secretas que operan tras los velos del poder, y no por nada, en una de las escenas finales de la adaptación, uno de los miembros de dicha sociedad le confiesa al protagonista:


¿Quién crees que era esa gente? No era gente común. Si te dijera sus nombres, que no te los voy a decir, pero si lo hiciera, creo que no volverías a dormir tranquilo


[Nota: Perdón si repito varias veces esta cita a lo largo del texto, pero ¿Qué otra podría ser tan clara, reveladora y contundente como ésta?]

El libro de Schnitzler fue publicado en el año 1925 bajo el nombre de "Traumnovelle", que del alemán se traduce como "Novela de Sueños" o "Relato Soñado", y narra el conflicto matrimonial de una pareja burguesa en torno a sus fantasías y rutina sexual. Más tarde, la historia toma un giro turbio cuando el marido, Fridolin, herido en su orgullo por una confesión de su esposa, decide iniciar una especie de búsqueda nocturna con otras mujeres. 

En ambas obras, la historia parte desde de este mismo núcleo: un matrimonio acomodado (Fridolin/Albertine en el libro; Bill/Alice en la película) que, tras una conversación íntima sobre fantasías sexuales y deseos reprimidos, entra en una crisis emocional.



Antes de continuar analizando la obra, debo decir que los siguientes párrafos contendrán spoilers tanto del libro como de la película.
  

Luego, tanto Fridolin como Bill salen de casa y atraviesan una noche larga, extraña y a ratos tétrica por las calles de la ciudad hasta que finalmente el personaje Nachtigall entra en juego (Nightingale en la película, que es básicamente la traducción al inglés del mismo nombre). 

Nachtigall es un músico de buena reputación y prestigio, habiéndose hecho un nombre en el mundo nocturno. Sin embargo, una década antes de aquello, Nachtigall y Fridolin habían sido amigos y compañeros de universidad, pues ambos estaban estudiando medicina, aunque solo este último terminaría la carrera.

Tras este fortuito encuentro, Nachtigall le revela a Fridolin que fue contratado como músico en exclusivas fiestas secretas, y que incluso debía tocar el piano con los ojos vendados para no presenciar lo que allí ocurría, habiendo además una contraseña que variaba cada noche con el fin de filtrar y descubrir a cualquier posible intruso o invitado no deseado. 

Cediendo a la presión de su antiguo amigo, Nachtigall le revela la contraseña de aquella noche a Fridolin ("Dinamarca" en el libro", "Fidelio" en la película), y le advierte que, para poder entrar, debe ir con un disfraz completo (que en el libro se describen como atuendos de corte eclesiástico).

Por supuesto, por azares del destino y en los cuales no entraré en detalles, Fridolin es descubierto al interior de la fiesta y su vida corre un peligro mortal. Sin embargo, una de las mujeres o prostitutas presentes en la ceremonia decide, por motivos nunca aclarados en el libro, intercambiar su lugar para salvarlo. De esta manera Fridolin logra escapar ileso, aunque ahora queriendo investigar por su cuenta los hechos de la noche anterior. ¿Qué pasó con la mujer que tomó su lugar? ¿Qué pasó con su amigo? ¿Quiénes organizan estas fiestas?  

El libro y la película son bastante similares, salvo por la ambientación y los detalles que Kubrick se esmeró en plasmar, y que por supuesto, fueron los que incomodaron evidentemente a las élites. 

Stanley Kubrick expandió el libro de Schnitzler a un nivel mucho más profundo, complejo y explícito. Sólo para que se hagan una idea a nivel de contenido, el libro tiene cerca de 100 páginas y se lee en poco más de una hora, mientras que la adaptación de Kubrick dura casi 3, por no mencionar el material que se "desechó" tras su muerte. 

Pero en sí, Kubrick fue bastante fiel en torno a la obra original, cambiándola bastante poco, pero sí entregando una serie de reveladores detalles, y no por nada al inicio de la publicación le pedí al lector que buscase la fiesta de los Rotschild del año 1972, pues Kubrick la tomó como ambientación de su película.

Y en ese punto radica la principal diferencia entre el libro y su adaptación. Schnitzler describe orgías secretas protagonizadas por personas de clase alta, pero nunca profundiza demasiado en lo que implican ni pretende convertirlas en una denuncia; su enfoque es más bien psicológico y simbólico. Kubrick, en cambio, toma esos mismos elementos y los amplifica con un estilo propio: añade intensidad, misterio y un trasfondo inquietante que no existe en el texto original. Así, lo que en la novela es apenas un episodio sugerido, en Ojos Bien Cerrados se transforma en un contexto oscuro, perturbador y cargado de implicaciones sociales, casi como si Kubrick estuviera denunciando un poder oculto que Schnitzler solo rozó de manera circunstancial.

Más allá de que el libro insinúe que esas cosas ocurren, no hay mucho más que añadir. ¿Lo recomiendo? Sí, pero más bien como complemento a la película. Creo que Ojos Bien Cerrados se devoró al texto original, y es, en mi opinión, uno de los pocos casos en donde la adaptación cinematográfica supera al libro… y eso que soy un lector empedernido y terriblemente exigente en cuanto a adaptaciones se trata. Para que se entienda: creo que la mejor película de todos los tiempos es El Padrino de Coppola, pero aun así considero que la novela de Puzo es muy superior. Lo mismo con El Señor de los Anillos, El Código Da Vinci y tantos otros. Pero en este caso, la película es mejor que el libro, por no mencionar la fascinante y tétrica banda sonora y escenografía.

En fin. Eso es otro tema. 

[Nota: Incluso debo decir que por lo menos en español se trata de un título bastante escaso y difícil de encontrar. Yo mismo, que soy un bibliófilo a la antigua que necesita tener y leer libros en físico y no en pdf, mandé a imprimir y empastar la novela. Esto es reflejo de que la adaptación de Kubrick simplemente se devoró el libro]. 

  • La Película



Ojos Bien Cerrados es lo que se conoce popularmente como una película de terror involuntaria, ya que no está concebida como una obra de horror, pero su atmósfera, su extraña oscuridad y la tensión psicológica que desprende, terminan generando una inquietud más perturbadora que la de muchas cintas del género.

Como bien dije párrafos más arriba, Stanley Kubrick no cambió la estructura de la novela ni tampoco su eje central (como sí hizo por ejemplo con la adaptación de El Resplandor de Stephen King o con el final de la Naranja Mecánica de Anthony Burgess), sino que profundizó lo plasmado por el señor Arthur Schnitzler, agregando, lo que es incuestionable, una serie de elementos que denuncian, desnudan y ponen bajo tela de juicio a las grandes élites que nos controlan y dirigen. 

A diferencia de la novela de Arthur Schnitzler en donde la transgresión sexual aparece como un desliz de la burguesía vienesa, en Ojos Bien Cerrados Stanley Kubrick transforma ese substrato en una crítica más agresiva y reveladora, denunciando círculos sociales en donde el sexo opera como mecanismo de dominación, pertenencia y ritualismo, y teniendo como protagonistas a personas poderosas que actúan blindadas por su riqueza y conexiones. Nuevamente cito la frase que uno de los personajes de la película usó cuando mantiene una conversación final con Bill: —¿Quién crees que era esa gente? No era gente común. Si te dijera sus nombres, que no te los voy a decir, pero si lo hiciera, creo que no volverías a dormir tranquilo.

Si la película resuena tanto hoy en día es porque, a diferencia de 1999, ahora poseemos datos concretos de redes elitistas completamente reales en donde el poder, el dinero y la explotación sexual coexisten de forma sistemática, como por ejemplo el tan infame y asqueroso caso Epstein, que lamentablemente se replica en cada país del mundo. 

El caso Epstein, así como el de Diddy Combs, el de Marc Dutroux, el de Spiniak, el de Alcasser, o las redes de explotación y abuso de Hollywood y el Vaticano, no solo son una prueba de que tales circuitos existen, sino que también operan desde la más profunda inmunidad, y cuando el mismo se sale de control simplemente culpan a un chivo expiatorio para crucificarlo ante los medios y lavarse las manos. 

Ahora, lejos de cualquier idea de primado negativo (ficciones creadas para normalizar lo inaceptable o para que asumamos que lo visto en dicha película es mentira o ficción), la intención de Kubrick es totalmente opuesta. Su película no adormece: incomoda y expone. Si el primado negativo busca desactivar e idiotizar al espectador, Ojos Bien Cerrados lo despierta y advierte. 

Y uno de los paralelos más citados en este sentido es la célebre fiesta surrealista organizada por Marie-Hélène de Rothschild en 1972, en donde figuras del arte, la banca, la política y la aristocracia en general asistieron con máscaras y atuendos extravagantes, disociativos (claros elementos MK-Ultra) y hasta en cierto punto terroríficos; mismos que Kubrick plasma en su cinta, además de que aquí también tenemos un anfitrión poderoso en conjunto con un círculo de invitados influyentes que, en el fondo, son el rostro de una red cuidadosamente oculta y de un sistema en donde las relaciones sexuales funcionan como moneda de intercambio, control o complicidad.

De hecho, esta misma fiesta puede entenderse como una forma de primado negativo: se nos presenta como un encuentro artístico, excéntrico y casi humorístico, cuando en realidad se burlan en nuestras caras al mostrarnos una realidad que al día siguiente ignoraremos o tomaremos como ficción, ridiculizando al que diga lo contrario. 

Éstas fotografías no son de la película de Kubrick, son fotos reales de aquellos poderosos que asistieron a la fiesta de Rothschild:




Basta observar cualquier inauguración de un gran evento deportivo, un espectáculo musical de alto presupuesto o incluso ceremonias institucionales transmitidas a escala global, para notar que dichos patrones se repiten y se repiten.

La lógica es siempre la misma: una puesta en escena cargada de símbolos, coreografías ritualizadas, figuras enmascaradas o disfrazadas y una iconografía que mezcla arte, poder y espectáculo. Esto no es algo nuevo; responde a una tradición muy antigua en donde las élites comunican su influencia mediante grandes rituales públicos, siempre con un primado negativo como objetivo principal. 

Lo interesante es que estas ceremonias masivas reproducen patrones que provienen de rituales antiguos y aristocráticos: un grupo selecto organiza, diseña y ejecuta el mensaje, mientras la multitud observa sin interpretar del todo su significado, y luego, lo que ocurre detrás del telón queda reservado para unos pocos. 

Por lo tanto, lejos de presentar una fantasía excéntrica o meramente erótica, la adaptación de Stanley Kubrick, que como ya dije, va mucho más allá de lo narrado por Schnitzler en su libro, expone la continuidad de una tradición universal en donde los rituales secretos y el uso de máscara opera como mecanismo de suspensión de la identidad civil, disolución de la responsabilidad individual y reafirmación de jerarquías invisibles. 

Ojos Bien Cerrados se traduce como una advertencia: las formas contemporáneas del poder continúan recurriendo a arcaísmos simbólicos para perpetuarse, camufladas bajo el barniz de la modernidad y la cultura.




Analicemos algunas preguntas:

A) ¿Por qué las máscaras?

La máscara cumple una función central y no accesoria dentro de estos rituales: es un dispositivo de poder antes que un ornamento estético. En primer lugar, suspende la identidad civil, anulando nombre, rostro y biografía del individuo, lo que permite al participante actuar fuera de marcos morales y jurídicos sin asumir consecuencias personales. Este anonimato los protege de forma asimétrica, garantizando silencio y cobertura mutua. En segundo lugar, la máscara sacraliza el acto, trasladándolo del plano profano al ritual; al ocultar el rostro humano, el individuo deja de ser sujeto para convertirse en función, rol o arquetipo, reproduciendo una lógica arcaica presente en cultos mistéricos antiguos y ceremonias iniciáticas medievales.


B) ¿Por qué el sexo?

Antes de cualquier lectura crítica, es imprescindible aclarar que el sexo, en numerosas tradiciones religiosas y mistéricas, no fue concebido como una actividad desenfrenada o caótica, sino como una fuerza sagrada cuidadosamente regulada y con fines específicos. En el hinduismo y el budismo, particularmente en sus ramas esotéricas y tántricas, la energía sexual es entendida como una de las manifestaciones más potentes de "shakti", que se concentrada en el chakra base mūlādhāra, y que, siendo activada, sublimada y redirigida a través de la kundalinī, eleva los niveles de conciencia, despierta siddhas (poderes o habilidades sobrenaturales y extrasensoriales) y estimula el resto de chakras con el fin de alcanzar la iluminación y el estado supremo de samadhi (unión con el universo).

Lejos de la orgía caótica, el tantra clásico insiste en disciplina, control y finalidad espiritual en todo lo que respecte a sexo; incluso se sostiene, de forma simbólica y alegórica, que yoguis altamente desarrollados pueden “conducir el semen al cerebro”, imagen que no debe leerse de manera literal, sino como una metáfora de la transmutación de la energía sexual. 

Esta concepción encuentra paralelos en la Antigüedad mediterránea, egipcia y mesopotámica, en donde existieron figuras como las llamadas “prostitutas sagradas”, cuya función ritual estaba integrada en cultos de fertilidad y renovación cósmica, y no en la explotación del cuerpo como mercancía.

Es más, muchas religiones, con el fin de preservar la energía sexual, pueden incluso prohibir el sexo más allá del acto reproductivo, lo que denota lo que dicha energía puede significar.

El problema es que muchas sociedades secretas utilizan el sexo de forma contraria; como una herramienta de perversión y control, tal como atestigua la película de Kubrick. 

En esta faceta, el sexo deja de ser vía de elevación o conocimiento y se convierte en instrumento de dominación, deshumanización y corrupción moral. Despojado de su marco ético y teleológico, el acto sexual es reducido a performance ritual vacía, donde unos cuerpos son intercambiables y sacrificables, en su mayoría protegidos por el anonimato y escalas jerárquicas. 

Kubrick denuncia así una inversión oscura del principio tántrico: la energía sexual, en lugar de ser sublimada, es explotada y corrompida; en vez de liberar, somete; y en lugar de conducir a la conciencia, refuerza estructuras de poder cerradas. La película no condena el sexo como dimensión sagrada del ser humano, sino su uso cínico y desviado como herramienta de control por parte de élites que han vaciado de sentido lo que alguna vez fue conocimiento mistérico.

Y aquí nuevamente puede citarse el caso de Jeffrey Epstein como un ejemplo paradigmático de cómo estas dinámicas operan en la modernidad. Más allá de los delitos por los que fue formalmente condenado, el caso revela una estructura de poder basada en el sexo como herramienta de captura, silencio y control, y en donde el acceso restringido, la complicidad mutua y la opacidad institucional reproducen patrones rituales arcaicos bajo formas contemporáneas de corrupción. El sexo, despojado de cualquier dimensión sagrada o transformadora, aparece instrumentalizado como mecanismo que no se orienta al placer consciente ni al conocimiento, sino a la generación de dependencia, chantaje y lealtades forzadas, lo que me recuerda también a uno de los datos que salió a la luz pública del caso Alcasser, en donde se afirma que los pedófilos y violadores que participaron en ese acto abominable, se grabaron sin máscaras como vía de control y chantaje, y del caso Epstein se dice lo mismo. ¿Acaso no es extraño que este personaje se halla suicidado misteriosamente en una celda de alta seguridad y que justo en ese preciso momento los sistemas de cámaras y monitoreos fallaron? 




  • Un paralelo extraordinario: Paolo Pasolini

Muchos años antes de Stanley Kubrick, más precisamente en 1975, el director italiano Paolo Pasolini realizó un trabajo monumental y de características similares a lo que posteriormente sería Ojos Bien Cerrados: "Salo: los 120 días de Sodoma", una adaptación de la novela del escritor francés Donatien Alphonse François, el "Marqués de Sade". 

En este trabajo Pasolini expuso y denunció a las élites de poder de su propio país, trasladando deliberadamente el texto del Marqués de Sade desde la Francia prerrevolucionaria a la Italia fascista de Mussolini, y mostrándonos que son ellos los que están detrás de las grandes redes y círculos de prostitución, secuestro y pedofilia, y que altos representantes del gobierno y del clérigo llevan a cabo actos inenarrables en un contexto de secretismo y la más absoluta protección gubernamental.  

Esta película fue tan polémica que sufrió múltiples intentos de sabotaje durante su desarrollo (robo de cintas, estudios que misteriosamente se incendiaron, material perdido y escenas que se tuvieron que reconstruir una y otra vez), hasta que finalmente el propio Pasolini fue brutalmente asesinado a través de una feroz golpiza y cuyos responsables jamás fueron identificados. De hecho, tal como pasó con Kubrick, Pasolini fue asesinado cuando la película todavía estaba siendo rodada, habiendo mucho material eliminado y modificado.




De hecho, el propio Marqués de Sade insistió reiteradamente en un punto fundamental: sus antagonistas, es decir, los sujetos que encarnan la degeneración y que perpetran y organizan estos actos tan terribles, son figuras investidas de muchísimo poder y secretismo; jueces, diputados y altos funcionarios del Gobierno, sacerdotes, médicos y, en una de sus novelas incluso el propio Papa se retrata como perpetuador de estas orgías.

Si bien el Marqués de Sade fue, sin duda, prisionero de sus propios excesos y padeció reiterados encarcelamientos a causa de su conducta sexual, sus textos no pueden reducirse a meras fantasías patológicas o ficción, constituyendo un testimonio incómodo pero revelador de un entorno que él conocía de primera mano: el de una aristocracia poderosa.


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