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domingo, 23 de julio de 2023

Maneki-neko: el Gato Japonés de la Buena Suerte


Los gatos han sido un símbolo milenario de prosperidad y abundancia en el folclor y en la tradición del lejano oriente, siendo figuras muy queridas y respetadas. Básicamente, estos simpáticos animales se asocian con fortuna, buena suerte y armonía.

En el Budismo por ejemplo, los gatos denotan conocimiento, vigilancia, pureza y equilibrio, que son importantes virtudes para el desarrollo de la espiritualidad. El taoísmo, que afirma que hay una energía universal impregnando el mundo, nos cuenta que los gatos son la epítome del yin y el yang; un equilibrio perfecto entre lo manso y lo salvaje, entre lo sociable y la soledad, entre la acción y el descanso. Con este particular temperamento, los gatos serían fuerzas armoniosas benéficas que hacen fluir la energía.

Por estas y muchas otras características positivas, los gatos se han inmortalizado en el corazón de la cultura popular a través de adorables figuras ornamentales: los Maneki-neko, que brindan una actitud optimista y que llaman a la buena fortuna.

En Japón por ejemplo se encuentra un templo budista llamado Gōtoku-ji, ubicado en el distrito de Setagaya, Tokio, que se caracteriza por albergar a cientos y miles de gatitos ornamentales, e incluso, se afirma que fue en este lugar en donde nacieron las primeras figurillas, datando del siglo XVII.

A día de hoy estos adorables gatitos adornan los hogares, oficinas, negocios, y básicamente cualquier escaparate alrededor del planeta. 

Y en la presente publicación conoceremos la historia y el significado tanto espiritual como esotérico de los famosos Maneki-neko.



La historia nos cuenta que los maneki-neko nacieron durante la era Kan'ei (1622-1644), de la mano del daimyō (Señor Feudal) Naotaka II, hijo del shōgun (Comandante del Ejército) Naomasa.

De acuerdo a la tradición, Naotaka II se encontraba con un grupo de soldados explorando la región de Setagaya, teniendo el objetivo de capturar aves rapaces para utilizarlas en la antigua disciplina de la cetrería, es decir; la domesticación de aves salvajes para entrenarlas en la caza.

Sin embargo, el grupo fue repentinamente sorprendido por una violenta tormenta, por lo que se vieron obligados a cesar sus labores y buscar refugio.

Fue así como recorrieron la zona y pasaron por fuera del templo budista de Gōtoku-ji. En la puerta del templo los soldados se dieron cuenta de que había un gatito que los miraba fijamente, y que luego comenzó a mover su brazo de manera enérgica, tal como si estuviera haciéndoles señas para que entraran al templo. 

Los soldados hicieron ingreso al recinto sagrado y le agradecieron a los sacerdotes por la hospitalidad brindada, y también, al pequeño gato por haberlos invitado tan cordialmente.

Como resultado de este acontecimiento, Naotara II se comprometió a subvencionar y financiar las necesidades del templo, pasando a formar parte del Clan Li de Tōtōmi, al que pertenecía él y su padre.

En honor al gato que trajo prosperidad al templo se elaboraron pequeños gatitos ornamentales que sirvieron de adorno. De allí que se les llame "Maneki-neko", que se traduce literalmente del japonés como "Gato que hace señas".

Aquí algunas fotografías del templo Gōtoku-ji, en donde se puede apreciar que miles de maneki-neko adornan la entrada en conmemoración de aquel incidente:



De hecho, la mascota de la ciudad de Hikone, prefectura de Hikonyan, es un maneki-neko con armadura de samurái que también conmemora la historia de Naotaka II y del templo Gōtoku-ji:



En 1852, el popular artista japonés, Utagawa Hiroshige, retrató el mercado de Jôruri en una de sus pinturas o trípticos, en donde, entre otras cosas, se aprecia a un monje vendiendo figuritas de estos gatos, lo que denota su popularidad, en especial para los monjes budistas, pues las ganancias que se obtenían con la venta de los maneki-neko se utilizaban para los requerimientos del templo:



Otra historia popular afirma que el dueño de una tienda empobrecida acogió a un gatito callejero y hambriento, a pesar de que apenas tenía los recursos para alimentarse a sí mismo. El gato se transformó en su nueva mascota y pasó a formar parte del hogar. Con el tiempo, el gatito adquirió la costumbre de sentarse en la entrada y en los escaparates de la tienda, moviendo su brazo enérgicamente como una forma de invitar a que los clientes entraran y vieran la mercadería.

La tienda comenzó a prosperar, y a modo de agradecimiento el dueño mandó a fabricar decenas de figuritas de cerámica que retrataban al gato con su brazo levantado. 

La rica tradición popular de Japón tiene otras historias similares, o que bien se repiten a lo largo de los diversos territorios. 

Y de estas historias deriva la creencia de que los maneki-neko atraen a los clientes, a la prosperidad y la buena suerte, sumado a las cualidades y virtudes innatas del gato, como la pureza, equilibrio, armonía, sabiduría, concentración y vigilancia. 




Los maneki-neko generalmente se representan sentados y sosteniendo un koban, es decir, una moneda de oro ovalada del período Edo de Japón. En su centro se escribe la frase "千万両", que significa "10 millones de piezas de oro", en señal de llamar la prosperidad financiera.



Los maneki-neko también vienen en diferentes colores, dependiendo del tipo de buena fortuna que el dueño esté tratando de obtener. Por ejemplo:


  • Blanco: Felicidad, pureza, armonía, tranquilidad, meditación.
  • Negro: Repelente de malas energías y espíritus, seguridad.
  • Rojo: Protección contra enfermedades, buena salud.
  • Dorado: Riqueza y prosperidad monetaria, clientes.
  • Rosado: Amor y romance. 
  • Azul : Éxito en la educación, sabiduría, concentración. 
  • Verde: Fertilidad, vitalidad, energía, familia.



Otro elemento que conforma su iconografía, es una especie de babero o pañuelo que adorna y recubre parte de su cuello y pecho.

Este elemento simbólico e iconográfico fue tomado del bodhisattva (Alma Ascendida o Buda de la Compasión) Jizō Ksitigarbha, quien es especialmente venerado en el Budismo como Patrón de los niños.  La práctica de adornar las estatuas de Jizō con estas prendas comenzó cuando los padres afligidos ponían el babero y los gorros de sus hijos enfermos sobre las estatuas de Jizō con la esperanza de encomendarlos y pedir por su salud y recuperación, e incluso, para que el Buda guiara a los pequeños en caso de fallecer.

El ícono de babero se transformó en un emblema de fe, esperanza, prosperidad, recuperación, sanación y bendición, y que prontamente comenzaron a reproducirse en otras figuras y estatuas, incluyendo en los maneki-neko.



A veces, el Maneki-neko se disfraza de Daruma o se representa sosteniendo un muñeco de Daruma en las manos, mezclando y magnificando sus poderes.

El muñeco de Daruma es también uno de los amuletos y símbolos sagrados más populares de Japón, el cual, también es sinónimo de buena suerte y éxito, así como de rectitud y desarrollo espiritual. 

La figura representa al monje Bodhidharma, fundador del budismo Zen. Este monje solía realizar largas y profundas meditaciones y penitencias que podían durar días enteros. Durante estos ejercicios espirituales se le veía envuelto únicamente con una simple manta roja, como si fuese redondo y sin extremidades. 

Por cuestiones fonéticas (pues Bodhidharma era un monje extranjero de origen indio-persa), los japoneses comenzaron a pronunciar el nombre como "Daruma", que es la pronunciación katakana de "Dharma" (el pilar espiritual y religioso más importante del Hinduismo y el Budismo).

De allí que a veces los maneki-neko se representen como bolitas rojas o sosteniendo uno de estos muñecos en las manos.



Puedes agregar un Maneki-neko en la decoración de tu negocio u hogar sin ningún problema, e incluso como parte de los altares o lugares religiosos y de meditación. El simpático y divertido gatito de la suerte es una invitación a sonreír y a contemplar la buena fortuna. Esta actitud optimista atraerá naturalmente la energía positiva hacia nuestras vidas y actividades rutinarias.

Por todas estas razones, los maneki-neko se transformaron en talismanes e ídolos muy populares a lo largo de todo Japón, y prontamente fueron llevados a otros países vecinos, como China, Vietnam, Tailandia, Corea, y en la actualidad en todo el mundo.


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