En reiteradas ocasiones, he demostrado con sumo detalle que la Biblia se elaboró como un instrumento de manipulación y control político, cuyo objetivo era servir a los intereses ideológicos y necesidades de la monarquía tardía del Reino de Judá, alrededor del año 600 a.n.e. Y una estrategia muy común y utilizada a lo largo del Antiguo Testamento, fue el uso de injurias y calumnias infundadas en contra de otras naciones, para así poder desprestigiar la imagen de aquellos pueblos que se consideraban enemigos políticos de Israel, como es el caso de los egipcios, babilonios, fenicios, asirios, entre otros.
Lo curioso e impactante, es que no existe ni la más mínima prueba que sirva para demostrar tales acusaciones e injurias, al contrario; la evidencia histórica y empírica demuestran que muchas historias bíblicas jamás sucedieron realmente, como es el caso del Éxodo, en donde supuestamente los hebreos sufrieron años de esclavitud por parte de los egipcios y sus "tiranos" faraones, cuando en realidad, nada de esto sucedió, puesto que no existe ni la más mínima prueba que evidencie la estadía de los hebreos en Egipto, ni su esclavitud, ni las plagas, ni el posterior exilio, o incluso la misma existencia de Moisés, tal como lo detallo en una publicación anterior:
En el Antiguo Testamento abundan los pasajes e historias que retratan a otros pueblos de la forma más negativa posible, así como el uso de historias que jamás sucedieron (ficción histórica). Y el día de hoy nos convoca precisamente ver el caso del rey babilonio Nabucodonosor II, y al mismo tiempo, evidenciar todas las mentiras que la Biblia nos dice al respecto.