El cristianismo ha sido cuna de abominables actos de corrupción. Su largo historial de crímenes acredita una terrible serie de casos espeluznantes que son, sin lugar a dudas, un recordatorio de que sus mandatarios gobiernan para satisfacer sus propios deseos mundanos, y que sus dogmas son el arma predilecta para llevarlos a cabo.
Dentro de esta amalgama de historias turbias que giran en torno al cristianismo y al Vaticano, encontramos un caso bastante particular y curioso; un episodio que cayó al olvido producto de la censura.
Nos referimos al caso de la Papisa Juana de Ingelheim, mejor conocida en el mundo eclesiástico bajo el nombre de Juan Ánglico.
Juana la Papisa es uno de los personajes más fascinantes y extraordinarios de la historia occidental, y a su vez, uno de los más desconocidos. Son pocos los que han oído hablar alguna vez de Juana la Papisa, y éstos en su mayoría la creen inventada.
Pero durante cientos de años, hasta mediados del siglo XVIII, el reinado de Juana fue universalmente conocido y aceptado como verdad, incluso por miembros importantes del clero ortodoxo.
A lo largo de muchos siglos, la Iglesia Católica se encargó de borrar las comprometedoras huellas históricas de Juana y de cualquier alusión a su imagen.
La virtual desaparición de Juana de la conciencia moderna atestigua la eficacia de aquellas medidas.
Hoy, la Iglesia Católica presenta dos argumentos principales en contra del supuesto papado de Juana: primero, la ausencia de cualquier referencia al respecto en documentos contemporáneos de la época, y segundo, la falta de un periodo de tiempo suficiente para regir, pues se dice que Juana estuvo en el trono entre el mandato de León IV y Benedicto III, es decir, entre el año 855 al 857, no pudiendo haber un espacio de tiempo disponible para un reinado intermedio.
Pero estos argumentos no son concluyentes, y muy por el contrario existen pruebas sólidas que las refutan.
No puede sorprender que Juana no aparezca en registros contemporáneos dado el tiempo y la energía que la Iglesia, según su propia admisión, ha dedicado a expurgar sus menciones. De igual modo el hecho de que Juana viviera en el siglo IX, el periodo más oscuro de la edad oscura, hizo fácil la tarea de borrar su reinado.
Sin embargo, hasta la presente fecha han sobrevivido varios vestigios sobre la vida y reinado de Juana de Ingelheim.